En función de lo probable

¿Cómo podemos aumentar la probabilidad de que un proyecto ambicioso vea la luz? Una posibilidad está en la Ingeniería de Contextos.

El Premio Nobel de Economía de 2024 fue otorgado a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson, economistas estadounidenses, por sus estudios sobre cómo se forman las instituciones y cómo estas afectan la prosperidad de las naciones. Los autores de “¿Por qué fracasan las naciones?” obtuvieron este reconocimiento por mantener viva una pregunta central en la economía: “¿Por qué algunas naciones son ricas y prósperas y otras no?”. En sus investigaciones, han identificado que una de las principales causas de esta disparidad radica en las instituciones presentes en cada territorio. Definiendo las instituciones como las reglas y normas, tanto formales como informales, que rigen la interacción humana —como leyes, regulaciones, prácticas sociales y estructuras políticas que configuran los incentivos económicos y sociales de una sociedad—, estos economistas ganaron el Nobel por tres contribuciones clave: primero, por usar experimentos naturales y métodos empíricos para responder preguntas complejas sobre desarrollo; segundo, por demostrar con evidencia que las instituciones tienen un papel más relevante en el desarrollo económico que factores geográficos; y tercero, por crear modelos que explican cómo surgen y perduran las instituciones en las sociedades.

Ahora bien, si las instituciones son tan importantes, entonces “institucionalizar” también lo es. Sin embargo, surge la inquietud: ¿cuándo conviene otorgarle estructura formal a una iniciativa y cuándo es mejor mantenerla al margen, permitiéndole tomar su propia forma? Un criterio posible para responder reside en analizar la utilidad de cada opción.

Acordemos que muchas cosas son posibles, pero tal como reza un paradigma en el mundo financiero, “lo que importa son las probabilidades, no las posibilidades”. Desde esta perspectiva, todo debería medirse por su probabilidad y priorizarse según su valor esperado (la probabilidad multiplicada por el beneficio potencial). Así, las acciones no ocurren tanto “en la medida de lo posible”, sino en función de lo probable.

En línea con esto, institucionalizar es un proceso que reduce el rango de posibilidades disponibles para una persona o colectivo, pero aumenta la probabilidad de lograr un resultado específico. Dicho de otro modo, significa dar una respuesta estática a un problema dinámico. Es útil cuando se requiere certeza, aunque puede limitar ideas o proyectos que no encajen en el “marco institucional”.

Lo interesante radica en el siguiente punto: ¿cómo incrementar la probabilidad de que proyectos valiosos pero actualmente improbables lleguen a concretarse? Ahí entra en juego la llamada “ingeniería de contextos”, un paradigma emergente muy valioso para quienes impulsan iniciativas ambiciosas. Explicado de forma sencilla, la ingeniería de contextos consiste en modelar, diseñar y optimizar ambientes y prácticas relacionales para que el resultado de la interacción entre dos o más personas sea lo más “productivo” posible. Esto depende de múltiples factores: el nivel de confianza, las narrativas personales y grupales de cada participante, el estado de ánimo, los valores, creencias, entre otros.

Como mencionamos en una columna anterior, en la Red de Ayseninos sostenemos que los resultados que generamos colectivamente —lo que se ve en la superficie como “concreto” o “práctico”— dependen de la calidad de las relaciones dentro de ese colectivo. Esta calidad, a su vez, está condicionada por el contexto en que dichas relaciones se desarrollan, y este contexto puede optimizarse.

En resumen, institucionalizar proyectos y procesos resulta sumamente útil, pero no debería ser el punto de partida de cualquier iniciativa, algo que, en nuestra visión, sucede con frecuencia en Aysén. Como hemos mencionado antes, la forma habitual de enfrentar los desafíos en la región consiste en “institucionalizarlos” (solicitar la intervención de una autoridad, pedir la elaboración de una nueva ley o reclamar más recursos). Este enfoque limita de manera considerable la capacidad de agencia de los habitantes (al desresponsabilizarlos de sus propios problemas) e impide que las ideas o proyectos nacidos en Aysén alcancen su mayor impacto.

En ese sentido, desde la Red buscamos fomentar la generación de contextos que nos ayuden a romper con el enfoque tradicional. Creemos que esta visión dominante conduce a descartar prematuramente muchas oportunidades y, con ello, se desperdician iniciativas que podrían generar un enorme valor para la región de Aysén.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *

Desplazamiento al inicio