¿Por qué la resiliencia podría ser insuficiente en un entorno tan cambiante como Aysén? Inspirándose en el concepto de antifragilidad de Nassim Nicholas Taleb, esta columna plantea que el verdadero salto no está en resistir y volver al estado anterior, sino en fortalecerse con cada crisis.

Cuando se pregunta a los chilenos por su identidad, la resiliencia suele figurar entre las primeras respuestas. Históricamente, nuestro país ha afrontado un “acontecer infausto” marcado por desastres naturales y otros reveses, lo que ha forjado una cultura de resistencia y de levantarse tras cada golpe. Pero, ¿y si esa imagen estuviera limitando nuestro desarrollo?
En mi tesis de magíster, investigando sobre el capital social en la comuna de Aysén, concluí que los ayseninos se consideran, ante todo, resilientes. Han aprendido a sobrellevar un clima y una geografía hostiles. Sin embargo, hay un problema con la resiliencia: implica volver al estado inicial después de una crisis. Si esa situación de partida es precaria o ineficiente, ¿no estamos condenados a un ciclo de resistencia sin verdadero progreso?
Aquí es útil el concepto de antifragilidad, propuesto por Nassim Nicholas Taleb. Un sistema antifrágil no solo resiste el caos, sino que se fortalece gracias a él. Mientras lo frágil se rompe y lo resiliente resiste, lo antifrágil crece con cada golpe. Pensemos en cómo el estrés controlado fortalece los músculos o en cómo ciertos organismos desarrollan inmunidad exponiéndose a pequeñas dosis de toxinas. A nivel social, los sistemas antifrágiles no huyen de la inestabilidad, sino que encuentran oportunidades en la incertidumbre.
Esta diferencia es crucial para el futuro de Aysén. En un mundo marcado por el cambio climático, la incertidumbre geopolítca y la irrupción inteligencia artificial, depender únicamente de la resiliencia puede quedarse corto. Un enfoque antifrágil nos permitiría no solo sobrellevar estos cambios, sino usarlos a nuestro favor.
Un ejemplo claro de antifragilidad en sistemas sociales lo encontramos en las ciudades descentralizadas y en las comunidades migrantes. Taleb explica que los grandes imperios y estructuras centralizadas tienden a colapsar de forma catastrófica porque buscan estabilidad en lugar de adaptabilidad. En contraste, ciudades como Venecia en el pasado o Singapur en la actualidad han prosperado precisamente porque operan en la incertidumbre, ajustándose dinámicamente a las crisis en lugar de resistirlas con rigidez.
Lo mismo ocurre con las comunidades migrantes, que Taleb menciona como ejemplos de antifragilidad. Grupos como los comerciantes libaneses o armenios han sobrevivido y prosperado históricamente porque su fortaleza no reside en un solo lugar o estructura, sino en redes descentralizadas y en su capacidad de adaptación. En lugar de depender de la estabilidad de un solo país, han aprendido a operar en entornos volátiles y a aprovechar la incertidumbre en su favor.
En tiempos inciertos, quienes buscan estabilidad corren el riesgo de quedar obsoletos. Quienes abrazan la volatilidad, en cambio, prosperan. La verdadera pregunta no es si Aysén es resiliente, sino si está listo para volverse antifrágil. Dicho en “buen chileno”, la invitación de Taleb es que tanto personas como organizaciones, estemos constantemente metiéndonos en la “pata de los caballos”.